#VivenciasTrangoworld
Tanzania, 14 de julio de 2024
Tras una noche de sueño reparador en Horombo Hut, una vez más compruebo el estado de salud y la saturación de oxígeno de los componentes del equipo: todos por encima del 90%, así que desayunamos y empezamos a caminar temprano para completar nuestra última etapa de aproximación al Kibo, cráter principal del Kilimanjaro. Y es que la gran montaña africana está formada por tres cráteres, pero solo el Kibo tiene nieves perpetuas coronando su cumbre: el Glaciar del Diamante.
Los tres conos volcánicos que dan forma al edificio principal son: el más antiguo Shira (3.962m) al oeste, Mawenzi (5.149m) al este y situado entre ellos Kibo, que es el más reciente y muestra aún señales de actividad en forma de fumarolas.
Desgraciadamente, como en todas las altas montañas del planeta, en las últimas décadas el cambio climático está haciendo estragos y el hielo fósil sigue perdiendo superficie y espesor. Como en el Himalaya, Alpes o Andes, después de veinte años de mi primera ascensión al Kilimanjaro, también aquí lo puedo constatar.
El tramo hasta el Refugio Kibo comienza por un camino suave, desde donde pudimos contemplar todo el tiempo el Uhuru Peak (cumbre central del Kilimanjaro), con su glaciar colgando.
Tras estas primeras rampas, continuamos la ascensión por la “silla de montar” (The Saddle), una especie de altiplano entre el Kibo y el Mawensi, hasta llegar al Refugio Kibo ya en los mismos pies de nuestra cumbre.
Este tramo de la ascensión se me hace especialmente familiar y no porque lo conociera, pues en las dos ascensiones anteriores había subido por la Ruta Machame y ahora lo hacemos por la Marangu. Sino porque se trata de un terreno volcánico, donde las coladas de lava, el piroclasto y las bombas volcánicas me evocan al Teide.
A pesar de la ingente cantidad de gente que visita el Kilimanjaro cada año, sigue mereciendo la pena caminar aquí, el paisaje es amplio y el camino entre los refugios es largo, así que en ningún momento vivimos sensación de saturación, ni mucho menos.
Disfrutamos cada paso que ascendemos, conscientes de que nos vamos acercando a la cima más alta de África y con la incertidumbre de saber que no siempre todos los miembros de un equipo aclimatan suficientemente bien.
Cuando llegamos a Kibo Hut (4.700m) nos encontramos con un refugio antiguo, formado por un único edificio de piedra, con capacidad para sesenta personas en literas. Pero en los aledaños descubrimos algunas construcciones nuevas; imagino que para satisfacer el aumento de la demanda de montañeros que quieren intentar ascender al Kilimanjaro.
Según las fuentes oficiales, actualmente el Gobierno de Tanzania concede 40.000 permisos anuales para subir por cualquiera de las cuatro rutas. Sin duda, un número sorprendente y que personalmente espero esté generando riqueza para la población local, no exenta de necesidades.
Kibo Hut está a 4.700m, altitud más que suficiente para empezar a experimentar problemas con la altitud. Así que había llegado el momento decisivo y más esperado para nosotros, la tarde en que preparamos todo para intentar la cumbre de madrugada. Por ello, antes de irnos a dormir volví a tomar la saturación a todo el grupo y me preocupo que una de las personas estaba en torno a 82%, con una diferencia significativa respecto al resto. Además, tenía dolor de cabeza sobre los senos frontales y algo de tensión cervical. En estos casos, si la persona tiene intenciones de ascender lo mejor es no medicar, pues podemos camuflar los primeros síntomas de un mal agudo de montaña. Así que nos fuimos temprano a descansar con la intencion de despertarnos a las 12:00 h. de la noche para salir hacia la cumbre.
Me dormí pensando en la multitud de personas de distintas nacionalidades, razas, religiones…, que han dormido en este mismo lugar con el mismo objetivo que nosotros y con los mismos nervios de la noche de cumbre.
A media noche desperté a las quince personas que me acompañaban y fui comprobando una vez más el estado de todos. Lamentablemente una de las chicas había pasado muy mala tarde/noche, le dolía mucho la cabeza y el cuello. Antes estas circunstancias y con 1.200 metros de ascensión por encima, no lo dudé; debía quedarse acostada y renunciar a la cumbre; lo primero que me es la seguridad, lo segundo la cima.
Con todo mi pesar, el resto del grupo partimos hacia Uhuru Peak a medianoche, con un ritmo muy lento, subiendo por una pendiente moderada, pero mantenida.
Tras dos horas de intenso frío, pero por suerte sin viento, pasamos por Williams Point (5.000 m) y una hora más tarde por Hans Meyers Cave (5.185 m) para alcanzar en unas 5 horas el borde del cráter Gilman Point (5.681 m). Este instante fue especialmente mágico, pues hasta ese momento la noche había sido oscura y estrellada, pero de repente el horizonte empezó a encenderse de luz rosa.
Justo este momento es el más frío de la ascensión , pues la atmósfera ha ido perdiendo temperatura a lo largo de la noche y aún el sol no ha empezado a calentar. Tenía claro que esto iba a ocurrir y por eso opté por equiparme con toda la serie TRX2 de Trangoworld, sin duda la mejor opción para ascensiones por encima de los 5.000m.
Por suerte no tuvimos viento y no necesité utilizar el Goretex TRX2 pro, que siempre va en mi mochila, pues me fue suficiente con la chaqueta de plumas TRX2, terminada en Pertex, más que suficiente para la ligera brisa nocturna. Desde allí , todavía faltaban en torno a dos horas hasta la cumbre, recorriendo una arista cimera cómoda y con unas vistas espectaculares, pero que se hace larga debido a la altitud y al cansancio acumulado de la ascensión. En esta arista nos encontramos con Stella Point (5.700 m), donde se une nuestra ruta con la Machame. Desde este punto comenzaremos a bordear el Diamond Glaciar, una impresionante barrera de seracs, y poco tiempo después llegamos al punto más alto del volcán Kilimanjaro, el Uhuru Peak (5.895 m), el techo de África.
Llevo más de veinticinco años ascendiendo a las montañas más altas de planeta, algunas en solitario, otras con amigos de cordada. Pero últimamente, lo que más hago es ayudar a que otros cumplan sus propios sueños y es que trabajar como guía de montaña me hace intensamente feliz.
Por último, mi más sincero agradecimiento a Trangoworld por su generosa colaboración. Gracias a ellos el confort térmico y lo comodidad con las prendas de montaña dejaron de ser un problema para mi hace mucho tiempo.
Salud y montañas.
Autor: Juan Diego Amador, Geógrafo, viajero, alpinista y Guía de Montaña, Embajador Trangoworld | Instagram | Facebook